Historia de mi vida escolar/laboral en tres entregas (3/3)

3 minutos de lectura

Hola, si apenas diste clic en esta historia, mejor ve antes a la primera parte o a la segunda si ya leíste la primera. Si has llegado a este post, gracias por leer. Aquí la continuación.

Total, regresé de Medio Oriente y decidí que lo mejor era trabajar por cuenta propia. No quería regresar a una empresa porque el trabajo con horarios demasiado rígidos y en un esquema presencial al cien por ciento me parece absurdo, en especial para el tipo de trabajo que hago, que es digital.

Mientras escribía la interminable y ominosa tesis comencé a trabajar por cuenta propia. Dejé el hostal del Centro y renté un cuartito en la calle de Nueva York, en la Nápoles. Entre otras cosas, llevaba las redes sociales de una señora que vendía joyería de ámbar. Ella tenía este negocio aunque en realidad vivían del de su esposo, que tenía casas de empeño, es decir, que todo el tema económico lo veía con él.

Por aquella época yo aún no me había dado de alta en Hacienda, así que le pedí a un conocido si me dejaba facturar con su empresa y que yo le pasaba lo del IVA, me dijo que sí. Yo dejé súper claro con este cliente de la joyería de ámbar que solamente las facturas tenían que ver con, llamémoslo, «Fulanito el de las facturas», pero todo el tema de la gestión de redes y el pago de mis honorarios era conmigo.

No sé si son mis cachetes, la forma redonda de mi cara o qué demonios, pero siempre me he visto más joven de lo que soy y por entonces yo tenía constantemente la sensación de no ser tomada en serio por mi edad. No sé si esto influyó en que jamás pude hacerle entender a este cliente que «Fulanito el de las facturas» solamente era un fulano que me hacía las facturas; en una ocasión no quiso pagarme hasta hablar con Fulanito, quien no tenía idea de nada de lo que se hacía en las redes de esta empresa.

Entre ese y otros quebrantos al intentar trabajar de forma independiente, mis recursos estaban agotándose, así que pausé la interminable, ominosa y terrible labor de acabar la tesis una vez más y busqué nuevamente un trabajo con horarios en una nueva agencia de marketing digital. Y todo bien con la empresa, pero siento que no encajo en el esquema de trabajo en oficina, con horarios. Digamos que hacia mediodía lo que me correspondía hacer ya estaba hecho y el resto del tiempo freelanceaba, así que al cabo de un tiempo dejé la empresa porque no parecía que pudiera crecer en ella y ya estaba ganando más del doble por fuera.

Me titulé y desde entonces (salvo un par de proyectos en una agencia de marketing político) he trabajado de manera independiente y he tenido que lidiar con las más diversas situaciones: gente que te trata bien y aprecia tu trabajo y también los típicos informales que te quedan lana a deber y luego te mandan invitación a sus grupos de marketing culeros. En fin, se sorprenderían (o quizás no, aquellos que están en el ámbito creativo lo han de entender perfectamente).

Desde aquellos ayeres que era estudiante de Letras, en 2013, comencé a ofrecer mis servicios de creación de contenidos y corrección de textos con el nombre comercial de Letras Laetas (seguro ya les mandé invitación para que me den like en Facebook, pero si no lo han hecho aún, háganlo ahora), y mi intención al entrar a un posgrado en el área de negocios en la Universidad Iberoamericana era formalizar esta empresa, y pasar del freelancerato a generar ingresos de un negocio propio de una manera más estructurada.

Por eso la experiencia que viví online me enfurece. La sospecha de que fue alguien de la Ibero está justificada por varias razones, en especial porque todo comenzó durante las clases online.

El haber experimentado dicho ciberataque pone de manifiesto las microagresiones típicas que vivimos las mujeres que queremos emprender, que vivimos nuestra sexualidad como nos place y que nos expresamos cuando algo no nos parece (esto molesta tanto que entonces te dicen que eres una ‘Putita’ o te empiezan a mandar dickpics y luego te dicen que tienes el síndrome del impostor).

Obviamente este no es el final de la historia, pero sí es el final de la historia hasta este punto preciso de mi vida. Soy optimista al futuro. No sé quién sea el o la graciosa que hicieron esto, solo pienso para mis adentros en una frase que leí una vez online: las mujeres necesitan descansar más que los hombres porque luchar contra el patriarcado es jodidamente exhaustivo.

PS. He trabajado este enojo en terapia y el dibujo anterior es un intento por ponerle cara a quien se ocultó detrás de una computadora para molestarme. Curiosamente la primera persona en la que pensé fue un excompañero de trabajo. Tengo mis sospechas de quien pudo haber sido, pero lamentablemente no puedo probar nada.

Actualización al 10 de febrero del 2013: Para quien ha seguido esta historia y le gustó, gran parte de lo que me ha hecho reflexionar esta situación lo plasmé en mi libro Espelustrófico, que pueden comprar en este link.

3 Comments

  1. Si, es un esfuerzo y todo un reto tener un negocio propio, pero es verdad que a muchos nos gustaria tenerlo. Con su altas y bajas es mejor generar tu propio ingreso con la libertad y el.comoromiso que esto genera. felicidades Pau, todas estas experiencia te han llevado a ser lo que eres: independiente, segura, empresaria, lo que quieras o como quieras llamarle. Deberías escribir un libro, no importan las hijas que lo leí completo. Te admiro

  2. Me encantó!!!! Tu narrativa, hace que la lectura sea agradable, mantienes el interés en todo momento. No cualquiera tiene capacidades y talento para escribir . Tu lo tienes mi niña. Por favor sigue haciéndolo, siempre has sido un ente con gran luz. Soy tu fan desde que eras una niña. Sígueme dando la oportunidad de leerte.

  3. «No sé si son mis cachetes…» morí de la risa con esta parte, no inventes tenia rato que no leía algo tuyo y disfrute las 3 entregas.
    Un abrazo.

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