Durante la pandemia cursé una maestría en La Ibero. Experimenté una serie de incidentes preocupantes relacionados con el acceso no autorizado a mis dispositivos y acoso digital. Detecté actividades sospechosas como la aparición de imágenes inapropiadas en mis clases por Zoom, alteraciones en audios y correos electrónicos institucionales con asuntos inusuales. Parecían mensajes subliminales que no sé con qué finalidad me pondrían a mí o a cualquier otra persona.
En redes sociales, comenzaron a aparecerme contenidos perturbadores y recibía mensajes agresivos. También percibí que mis conversaciones telefónicas parecían ser escuchadas, ya que ciertos comentarios en interacciones digitales y durante las clases de la maestría reflejaban información privada. Esto derivó en un deterioro de mi bienestar emocional, al punto de necesitar atención hospitalaria.
Presenté una denuncia formal para identificar a los responsables y solicité apoyo a las autoridades universitarias. En un principio, pensé que era una situación externa, pero eventos posteriores sugirieron la posibilidad de que el acoso proviniera de alguien dentro de la institución.
Durante una de las clases un profesor llamado Fernando Sánchez Prado fue bastante obvio respecto a que podía observar la pantalla de mi PC personal sin yo haberle concedido acceso. Posteriormente lo confronté para preguntarle si había estado involucrado en la intrusión a mi computadora y respondió que «no se acordaba». Considero que cuando eres inocente de un delito y se te cuestiona si lo cometiste, la única respuesta posible es un rotundo «no». Además, la entonces coordinadora de la maestría, Aline Moreno Ríos, mostró una actitud defensiva y desestimó mis preocupaciones.
Al presentar una queja ante la Defensoría de Derechos Universitarios de La Ibero, no obtuve respuesta favorable. También envié una carta a Rectoría, pero no recibí contestación.
No estoy segura de si esto fue real o una impresión errónea derivada del estrés que viví, pero sospecho que la publicidad que comencé a ver en medios digitales y en espectaculares estaba personalizada para mí como individuo, no como segmento de mercado. Esto hizo que sintiera que no tenía privacidad, que tuviera pensamientos paranoicos, que me aislara, que no quisiera entrar a redes ni hablar con amigos por temor a que alguien me estuviera escuchando y empleara mi información privada con fines de hostigarme.
A través de la cátedra también sentí que me mandaban «indirectas». Algunos profesores hacían comentarios relacionados con actividades que realizaba de manera privada en mi computadora, incluyendo cotizaciones que mandaba desde mi correo corporativo. Si interactuaba con una marca, al día siguiente la mencionaban; si aplicaba para una vacante en una empresa, en la siguiente clase hablaban de dicha empresa; si en un foro privado de redes sociales hablaba de un programa televisivo, ponían una diapositiva en clases con ese personaje.
¿Alguna vez has sentido afinidad cuando encuentras que tienes con alguien alguna similitud? Como cuando te alegra que a otros les guste la misma banda musical que a ti. Pues esta linda sensación que tienes en común con otros cuando encuentras similitudes, cuando encuentras estas «casualidades», ya no la tengo. Siento que este mecanismo se me descompuso, pues ahora en lugar de sentir esa alegría o conexión lo que siento es desconfianza y paranoia. Incluso llegué a aventar lejos el celular cuando descubrí un anuncio que ponía una pista musical que me gustaba. Salí corriendo de un supermercado porque había una campaña temática que relacioné con un viaje que había hecho recientemente… en fin. Que en casa se prohibió tajantemente la publicidad y hasta la fecha me causa mucho temor entrar a mis redes sociales y socializar con nuevas personas.
En diciembre de 2023 concluí mis estudios. Cuando Edgar Faugier asumió la coordinación, solicité nuevamente apoyo para esclarecer la situación. Aunque prometió brindar una respuesta institucional, aún no la he recibido.
Esta experiencia ha dejado secuelas en mi bienestar emocional y ha impactado profundamente mi confianza en la privacidad digital. A pesar del tiempo y el apoyo terapéutico, continúa siendo un proceso difícil. Por ello, he decidido estudiar y visibilizar este tipo de violencia de género para contribuir a que situaciones similares no se repitan. Nadie debería enfrentar el abuso de poder por parte de una institución que tiene la responsabilidad de proteger a su comunidad.
La verdad nos hará libres.