Si me solidarizo con la causa, pero me gusta que me inviten la cuenta en una primera cita. Si no salgo a marchar para exigir justicia, pero estoy a favor del respeto a la vida y en contra de la violencia en cualquiera de sus formas. Si creo en la equidad como un ideal que debemos alcanzar, pero no en la igualdad entre hombres y mujeres.
Desde los inicios del feminismo ha habido mujeres con una mayor participación en la lucha por nuestros derechos, y creo que incluso quienes al día de hoy dicen «no ser feministas» sí que lo son en algún recóndito rincón de su ser, solamente que nuestra manera de entender el feminismo es radicalmente opuesta según la trinchera de nuestros privilegios y/o desventajas.
El otro día platicaba con una excompañera de la Carrera de Letras, le pregunté si ella se consideraba feminista y me respondió después de una larga pausa en el chat de WhatsApp, un poco confusa, que sí lo era pero no sabía qué tanto desde su lugar de esposa-católica-ama-de-casa. Y pareciera que su idea de ser «una esposa católica ama de casa» se contrapone a lo que teóricamente entiende como feminismo.
Recuerdo que en algún momento de mi vida como estudiante trabajé en un restaurante y una de las chicas que estaban en cocina, una adolescente menor de 20 años que vivía en el Estado de México y tenía que trabajar para mantener a su bebé, me dijo que a ella no le gustaba arreglarse. Y yo le respondí que cómo era posible, que era muy lindo ponerse vestido, perfumarse y salir a pasear. Trabajaba entre semana y regresaba a casa en la noche, en transporte público. Para ella esto no era una opción, ella lo veía como una provocación y lo evitaba porque no quería tentar al destino y acabar como una víctima más. Incluso en sus días libres prefería pasar inadvertida. Yo, que a veces uso vestido con tenis hasta para ir al supermercado en bicicleta (eso sí, con shorts debajo 😉 ) pienso que usar vestido es un privilegio, puesto que me muevo por zonas de la Ciudad que no están catalogadas como «inseguras». Mientras que otras mujeres abogan por el derecho a trabajar, y yo a esta chica la veía muy vulnerable ya que el padre no la apoyaba con el bebé.
En los comienzos del movimiento feminista, muchas mujeres optaban por masculinizarse un poco para encajar en el mundo de hombres donde les tocó vivir, para ser tomadas más «en serio». He trabajado en mercadotecnia política y me he percatado que en política muchas mujeres renuncian a una parte de lo que tradicionalmente se asocia con el rol femenino, como usar vestidos y expresar abiertamente su sensibilidad. Y no digo que esto esté bien o esté mal, pero a veces me pregunto hasta dónde estas mujeres están siendo leales a su propia naturaleza y hasta dónde deben camuflarse y reprimir ciertas emociones.
Yo no creo poder trabajar en política jamás, tengo cero diplomacia y prefiero expresar mi punto de vista antes que cuidar las buenas formas. Sacarlo de mi sistema antes de que se transforme en alguna especie de cáncer. Recuerdo que en uno de mis trabajos una compañera se enojó muchísimo conmigo porque cierto día tuve un desacuerdo con el director operativo y en privado le comenté a ella que en parte mi respuesta había sido porque estaba sensible ante la llegada de mi periodo. ¡Y ardió Troya! pues ¿cómo era posible que después de n cantidad de años de feminismo y de lucha por la igualdad de derechos yo respondiera eso? Y pues digamos que aquí yo entiendo el feminismo como algo diferente que ella, que ha optado por una especie de camuflaje (o quizás ella no menstrúa y jamás se pone de malas) ya que en vez de ridiculizar la sensibilidad y lo emocional yo creo que se le debe dar un lugar en la vida pública.
Un conocido colectivo feminista sacó hace un par de años un video en el que salieron a caminar en minifalda, súper arregladas, por las calles del Centro Histórico. Obviamente muchos hombres comenzaron a chiflarles y a hacer cumplidos subidos de tono. No sé exactamente qué querían probar, pero luego escuché a una feminista de la vieja escuela (su nombre es Camille Paglia) hablar de cómo en su generación el feminismo era entendido de otra manera, que ellas entendían que si bien, lo ideal sería que todos fueran respetuosos cuando una mujer pasea con falda en la calle, había que estar preparadas por si te encontrabas con esa persona que no lo era y que te podía asesinar. En su generación tuvieron que luchar por acabar con el paternalismo protector, que dictaba que en las Universidades las mujeres debían estar resguardadas en sus dormitorios y no salir de ellos a partir de cierta hora, a diferencia de sus pares masculinos. Ellas lucharon por su derecho a exponerse tanto a buenas como a malas experiencias, sabiendo de antemano que el mundo puede ser peligroso, por lo que jamás hubieran salido a caminar por las calles del Centro Histórico en minifalda, aunque quizás sí lo hubieran hecho en otro tipo de espacios.
Si nos vamos a otro extremo, yo no pintaría el Ángel de la Independencia con consignas ni incurría en actos violentos en las calles porque no es mi manera favorita de expresarme. Pero entiendo que muchas mujeres están muy enojadas y es la única manera como logran hacerse escuchar.
Y bien, he llegado al final de esta serie de anécdotas que quería compartir. Creo que aunque la mayoría de las personas queremos que cesen los feminicidios y vivamos en una mejor sociedad, nuestras ideas de cómo lograrlo difieren según nuestras experiencias en la vida. Por eso concluyo que antes de juzgar a una persona por su feminismo, o su carencia de feminismo, escuchemos su historia y procuremos entender el por qué de su comportamiento. A la fecha no sé si soy una buena o una mala feminista, pero más bien creo que eso es tan relativo que no importa.