El cisne negro, portada del libro

El cisne negro, de Nassim Nicholas Taleb

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Este libro es pertinente en esta época pandémica del COVID-19, pues justamente la contingencia sanitaria que ha transformado nuestras vidas en el último año es un cisne negro. ¿Pero qué es un cisne negro sino un animal? Quizás sí lo sea en un estricto sentido literal, pero en el sentido que este autor emplea el término, es una metáfora para describir los eventos de gran rareza, impacto extremo y de predictibilidad retrospectiva, es decir, que no se pueden predecir sino solamente analizar a posteriori.

Antes de que los cisnes negros fueran avistados por primera vez por colonos ingleses en 1967 en Australia, en otros países se pensaba que solamente había cisnes de color blanco. El hecho de ver a estos animales, obviamente, les causó sorpresa puesto que no tenían noticia de su existencia. A partir de esta anécdota el filósofo Nassim Nicholas Taleb nombró su teoría filosófica acerca este tipo de eventos a los que denomina ‘cisnes negros’.

El autor expone esta definición en la primera parte del libro titulado El cisne negro, un ensayo autobiográfico en el que ejemplifica varios de estos eventos y los caracteriza. Más adelante comienza a hablar de su infancia en Siria y el comienzo de la guerra libanesa después de muchos años de relativa paz. Taleb posteriormente migró a Estados Unidos y egresó de la universidad de Wharton, tras lo cual comenzó a trabajar en Wall Street, donde atestiguó el crac de 1987. Actualmente es catedrático y trabaja en la mitigación de riesgos en los mercados financieros.

Los cisnes negros son eventos de gran rareza, impacto extremo y de predictibilidad retrospectiva, es decir, que no se pueden predecir sino solamente analizar a posteriori.

Nassim Taleb fue un niño que creció en un territorio que de pronto se volvió bélico, que tuvo que exiliarse para perseguir sus ambiciones intelectuales. Él veía cómo los libaneses exiliados estaban atascados en una nostalgia donde idealizaban su vida anterior, comían sus comidas tradicionales y escuchaban su música típica y, aunque llevaban más años exiliados de los que habían habitado en sus lugares de origen, insistían en que el exilio era una situación temporal. Esto me hace reflexionar ahora que vivimos la pandemia por COVID-19 cómo seguimos anhelando que regrese una “normalidad” que probablemente ya no va a existir cuando tengamos una población de rebaño ante este virus. 

El autor, en sus años de infancia, leyó a un periodista que escribía las noticias en tiempo real, es decir, un libro de historia no escrito de manera retrospectiva sino a medida que los sucesos estaban ocurriendo. En él había comentarios que daban a entender que los franceses pensaban que Hitler era un “fenómeno transitorio”, lo cual explicaba la falta de preparación de su ejército ante la invasión nazi. 

A partir de la lectura de este libro y la comparación de otros textos históricos que sí fueron escritos de manera retrospectiva, Nassim Taleb concluye que muchos de los cisnes negros no son predecibles sino que solo podemos entenderlos hasta que ocurren y les buscamos explicación; de modo que la idea tan popularizada de que “conocer la historia es lo único que nos ayudará a no repetirla” es falsa, puesto que los más grandes fenómenos (para bien y para mal) no tienen precedentes y por ello el estudio del pasado no nos permite evitarlos o replicarlos.

De acuerdo con Taleb, hay un “reino”, por así decirlo, aunque yo preferiría nombrarlo como un “ámbito de la realidad” llamado Mediocristán, en él sucede lo siguiente:

  1. Se valora el conocimiento por inducción, es decir, se piensa que porque algo ha ocurrido de manera regular se repetirá así hasta el infinito.
  2. Se cree firmemente en la “curva de la campana”, la popular campana de Gauss, aunque en realidad se refiere con ella a todo modelo estadístico y matemático que usamos de manera cotidiana sin cuestionarnos su pertinencia o vigencia para analizar un problema en particular. 
  3. La platonización ingenua del mundo, es decir, entender el mundo por lo que debiera ser o lo que creemos que es y no por lo que es

Retoma un ejemplo desarrollado por otros filósofos muy anteriores a él acerca de los peligros que conlleva confiar demasiado en un pensamiento inductivo: Un pavo es alimentado todos los días, este evento se ha llevado a cabo desde que nació, por lo tanto se sorprende cuando el granjero no lo alimenta el día de Acción de Gracias. Para el pavo no ser alimentado es un cisne negro; el único conocimiento que tenía del mundo era que diario le daban de comer. Jamás imaginó que iba a terminar siendo la cena de la familia.

El autor habla de otro ámbito de la realidad llamado Extremistán, que, como su nombre indica, es campo fértil para los fenómenos. Es el mundo de la riqueza, de los polos, de lo “raro”. Una caída drástica en la bolsa (cisne negro negativo) es un evento de Extremistán, poco predecible, pero también el éxito rotundo de una empresa como Microsoft o Google o un fenómeno literario como Harry Potter que se transforme en un best seller (cisne negro positivo), aunque las señales de Mediocristán y sus cálculos predictivos no pudieran avistarlo (guardemos un minuto de silencio por todas las obras literarias que se le escaparon a los editores menos arriesgados y que jamás conoceremos). 

Una manera de entrar en Extremistán es realizando cosas escalables e innovadoras, pues no se pueden obtener resultados diferentes haciendo siempre lo mismo. Por ejemplo, un taxista se limita a cobrar el sueldo de cada servicio realizado y esto representa una cantidad limitada de dinero a ganar; por otro lado, un negocio innovador como Uber permite a los propietarios de la aplicación escalar sus ganancias al incorporar un ilimitado número de choferes y clientes, de manera que sus ingresos son exponenciales.

El autor desarrolla varios ejemplos de cisnes negros, tanto positivos como negativos, y concluye que debemos ser agresivos para exponernos a los cisnes negros positivos y precavidos ante los negativos, para no ser como el pavo, que podamos mantener la mente abierta para “imaginar lo imposible” y tener un panorama amplio de la realidad, más allá de lo que vemos en las noticias o las cosas que damos por sentado solo porque se repiten con cierta regularidad.

Una crítica que puedo hacer al autor es que por un lado, nos habla de las desproporciones que pueden generar los cisnes negros como si se tratara de “injusticias”; es decir, el ejemplo que mencioné arriba del taxista que gana solo por lo que trabaja versus los dueños de Uber que obtienen un ingreso pasivo de su aplicación. El ejemplo que pone Nassim Taleb en el libro no es este, sino el de la riqueza de Bill Gates, quien hasta el año antepasado que fue superado por Jeff Bezos, fundador de Amazon, era el hombre más rico del mundo, con una racha de 24 años seguidos en esta posición de acuerdo con la Revista Forbes. Digamos que para Taleb este es un ejemplo excelente de un fenómeno positivo del mundo de Extremistán.

Por otro lado, la simple nomenclatura de Mediocristán es ya peyorativa y es de este reino el ejemplo de Taleb acerca de un operador de vuelos que hace tan bien su trabajo que nunca hay un accidente, y por lo tanto no se va a requerir de la figura de un “héroe” que llegue a salvar ante una crisis. Digamos que el mundo de Mediocristán está formado por héroes anónimos, considero que más que llamarse así debió ponerle algo como “Normalistán”.

Siguiendo esta misma idea, tener un parámetro de lo normal es lo que permite identificar un evento especial. No podríamos hablar de una gran bonanza o de un periodo de recesión económica si no tuviéramos datos históricos contra los cuales compararlos. Por lo tanto Extremistán y “Normalistán” forman parte de una dialéctica complementaria, lo que me lleva a la siguiente crítica al autor, que es que utiliza el concepto de “curva de la campana” no ya, para hablar de la curva de Gauss en sí sino como metáfora contra todo lo que está de alguna forma estandarizado y se aplica sin una reflexión previa. 

La curva de la campana es una herramienta muy útil para diferentes campos de la estadística y las matemáticas, y no está peleada con el mundo de Extremistán, puesto que justamente en sus polos opuestos es donde ocurren las cosas más interesantes y dignas de análisis.

Como mencioné al inicio, es un libro recomendable para analizar los cambios de nuestra era, para advertirnos los peligros de creer que tenemos algo seguro solo porque cada día ciertos eventos que lo sustentan se repiten. Lo cierto es que así como de repente un meme se hace viral, las acciones en la bolsa de valores pueden hacerte rico o desfalcarte. Así como una canción puede pegar y ser un hit en la radio, podría llegar un hoyo negro y comernos a todos. Puede ser desalentador comprender que no hay nada garantizado, pero también hay cierto encanto en dejarnos sorprender por la vida. Y para que la sorpresa no sea como la que recibe el pavo en día de Acción de Gracias, debemos mantener los ojos y nuestra mente bien abiertos. Como le dijo el Sombrerero a Alicia, en la adaptación cinematográfica de 2016 de A través del espejo y lo que Alicia encontró ahí: hay que imaginar hasta seis cosas imposibles antes del desayuno.

sombrerero loco

Imaginar lo imposible es estar preparados para lo más improbable. Tenemos que desaprender lo que creemos como una certeza absoluta, pues el mundo y la realidad cambian todo el tiempo. Pues díganme vaqueros, si yo les hubiera dicho en 2017 que en un futuro no muy lejano trabajaríamos a distancia, sería común asistir a bodas a través de servicios de videollamadas o que andaríamos por ahí usando mascarillas como en una distopía inspirada en Racoon City tras la dispersión de un virus desconocido, ¿no me habrían dicho que estaba loca?

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