Mis manos están llenas de cicatrices, antiguas fracturas, callos, con dolores de antiguas heridas y duras al tacto. Sin embargo así me gustan pues cuentan la historia de mi vida. Son manos que han construido y destruido, que buscan constantemente, que sienten, que resisten. Son manos que no he temido usar (qué feo no usar las manos).
Así como mis manos es mi corazón. Duro y dañado pero sensible y siempre buscando. Capaz de construir y de destruir, de acariciar y de causar dolor, de curar o de matar. Enfurecido por el uso pero cálido al tacto.
He tenido suerte pues a pesar de las fracturas y las heridas nunca he sufrido mutilaciones pues sólo eso podría limitar su uso; aún así, con el tiempo las mutilaciones pueden ser compensadas aprendiendo a usar los remanentes del órgano afectado.
En las palabras del doctor “mejor un corazón roto que no tener corazón” pues usar el corazón es vivir y siempre es mejor vivir que estar muerto.
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