Historia de mi vida escolar/laboral en tres entregas (1/3)

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Toda mi vida asistí a escuelas públicas, pero en mi círculo cercano conviví con algunas personas que también asistían a escuelas privadas.

Mi mamá era madre soltera y aunque mis medio-hermanos asistían a escuelas particulares porque su papá lo pagaba, la educación privada no era una opción para mí.

Asistí a una primaria por mi vecindario y cuando eres niño no te das cuenta de que hay clases sociales y ese tipo de cosas, para mí mis compañeros eran solo niños. Te encontrabas a los vecinos, a los hijos de las señoras de la limpieza, a «toda clase de gente», o bien, a personas que viven en distintos tipos de circunstancias.

Mi Kinder, República del Salvador (ahora extinto, transformado en un condominio), estaba en la Nápoles, un vecindario de clase media. Mi primaria, a unas calles, se llama Hispano-América. Después entré a la Secundaria Diurna #8 «Tomás Garrigue Masaryk», en la colonia San Pedro de los Pinos. Era (no sé si aún lo es) solamente de niñas.  Quizás por eso cuando ingresé a la Escuela Nacional Preparatoria #6 «Antonio Caso», una prepa mixta en Coyoacán, mi mente explotó. Y es que en serio casi todos los niños me gustaban.

Entre la secundaria y la preparatoria tuve que tomar una decisión, puesto que uno de mis deseos era ser concertista (verán, que desde chiquita me gustaba el piano). Mi ambición era ingresar al Conservatorio Nacional de Música (entras después de secundaria, sin prepa) pero además de que no tenía el nivel, mi mamá fue clara en su sentencia: «eres muy rara, necesitas ir a la escuela y hacer amigos».  Y así fue como entré a la tres veces H prepa 6, donde fui muy feliz porque no saben lo que es ser una niña de «escuela de niñas» en un nuevo, rico y mixto universo de cosas y gente nuevas.

Las prepas de la UNAM son un abanico de diversidad. Un compañero apenas un grado mayor que yo, él tenía 16 cuando lo conocí, era un gran guitarrista. Es una persona sumamente creativa y sensible, pero su papá era alcohólico y su familia tenía problemas de dinero.

Me acuerdo que un día lo acompañé al Mercado de Mixcoac a comprar dulces, que vendía en el Centro de Coyoacán. A veces se subía a los peseros a cantar y así el transporte le salía «gratis», además de que ganaba algunas monedas.

En contraste, también en prepa 6 conocí a una persona que vivía en un vecindario «pudiente», en Jardines del Pedregal. Les juro que había más distancia entre la puerta de su casa y la fachada, que de la casa de huéspedes donde yo rentaba una habitación a la tiendita de la esquina de por mi casa. Total, gente que vive en distintos tipos de circunstancias y tiene diversas clases de problemas.

Mi compañero pudiente publicaba en sus redes sociales cosas de socialismo, prociclismo, comunismo y veganismo desde una Mac que su papá había sacado ilegítimamente de Televisa, donde tenía un puesto administrativo.

Bueno, sí, peco de snob, pero me enamoré de él y porté la bandera de las causas justas, en gran medida para agradarle. Vino el movimiento de los indignados en Wall Street y me indigné al igual que él, fui al Monumento a la Revolución y hasta publiqué por primera vez en una revista un artículo de este tema. Las ridiculeces que una hace por amor.

Y pues entre la chairiza entre la que me movía yo por aquellos entonces, recuerdo que el PRI era el enemigo público número 1 y la carita en turno era la de Peña Nieto.

Entré a la Facultad de Filosofía y Letras, en CU, y comencé a estudiar la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, cuando fue el movimiento #YoSoy132.

Lo que recuerdo de este movimiento es que ya no importaba tanto si eras chairo, fifí o lo que fuera. Los jóvenes nos unimos para denunciar la injusticia. Marchamos en silencio con libros en la mano para demostrar que el conocimiento es importante. Natalia Lafourcade cantó afuera de Televisa el (en mi opinión, un himno) «Un derecho de nacimiento».

La causa justa invadió mi corazón y todo ello comenzó en la Universidad Iberoamericana (donde por cierto, un excompañero de prepa 6  fue uno de los 132). Luego inició mi vida laboral. Había tenido «chambas» irregulares en gran parte porque no me había titulado. Mi primer trabajo formal fue en una agencia de marketing digital, fundada por un egresado de la Ibero. Renuncié tras un año para titularme. Pero luego vino un paréntesis en mi vida que consitió en un viaje a otra realidad: a Medio Oriente. Pero de eso platicaré en mi segunda entrega. Espérenla porque necesito que otras personas conozcan esta historia y quiero conectar con alguien a quien estas anécdotas les chequen.

Intentaré continuar la historia mañana. Léanme y comenten. Gracias.

Sigan este link para ir a la siguiente parte de la historia.

 

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