Cuando hace algunos ayeres leí El perseguidor y otros relatos, de Julio Cortázar, un volumen conformado por varios cuentos del gran escritor argentino, me llamó la atención lo extenso de una de las narraciones, precisamente la que se menciona en el título. Era tal la longitud de “El perseguidor” que aún hoy día no sé si deba definirse como cuento largo o como novela corta.
Lo anterior viene a cuento (¡a cuento!), porque de los relatos contenidos en este libro de Paulina de la Vega, el que concluye el volumen, “Amor y vida”, es de tal extensión que tampoco podría decir si es un largo cuento o una corta novela. Claro que al final eso es lo de menos. Lo verdaderamente importante es que estamos ante el primer esfuerzo narrativo de una joven escritora llena de peculiaridades. Desde el título mismo de la obra, Espelustrófico, la autora parece anunciarnos que sus narraciones llevan una intención y quizás una orientación hacia ciertos géneros literarios, como la literatura de terror o el suspense, por mencionar un par. Sin embargo, las cosas no resultan así de simples.
Empecemos por los cuentos más cortos, es decir, los primeros cuatro de los cinco que constituyen este trabajo. “Las innombrables” cuenta la historia de una amistad un tanto desequilibrada, un tanto desequilibrante, entre tres personas —dos mujeres, un hombre—, con sus altas y sus bajas, en el ambiente urbano de la gran Ciudad de México. “Éramos una pareja de tres”, refiere la narradora del cuento y vemos que así es, aunque una pareja triple llena de ambigüedades, secretos y conflictos que no prometen terminar bien. Algo que deberá descubrir el lector.
Por su parte, “Chelem” es un retrato más o menos trágico y al mismo tiempo crítico (¿o autocrítico?) acerca de la generación millennial en cierto sector de la alta burguesía mexicana. El vacío, el hastío, la irresponsabilidad, la hueva existencial de sus personajes, un grupo de jóvenes que se reúne en una casona de la costa de Yucatán, son descritos paso a paso sin que suceda algo trascendente. Todo parece aburrido hasta que se produce una vuelta de tuerca que desemboca en una circunstancia inesperada y terrible. Un acontecimiento que por sus dimensiones debería sacudir a aquella parvada de niños y niñas bien, en realidad parece no inmutarlos. Su vida sigue y seguirá dentro de la misma apatía, la misma lassitude, de siempre.
“El habitante” es el relato que más hace honor al título del libro. Con aires narrativos fantásticos que remiten a escritoras mexicanas como Amparo Dávila o Guadalupe Dueñas o incluso a la texana Patricia Highsmith, De la Vega crea una atmósfera tensa e inquietante en la que no sabemos si la criatura, el habitante, que atormenta a la protagonista en su propia vivienda, es real o un producto de su imaginación enfermiza. Un cuento de horror realmente espelustrófico.
En cuanto a “La tía Tuta”, estamos frente a una grata narración de toques costumbristas situada en una época de terror colectivo: la del inicio de la pandemia del Covid-19 que tan presente tenemos todos.
Así llegamos al último relato, el cual abarca más de la mitad del libro. “Amor y vida” es el recorrido vital y existencial (en sentido literal, pero también en sentido filosófico) de una mujer en todas las etapas de su biografía. Una mujer de Ciudad de México que es recién nacida, que es niña, que es adolescente, que es adulta (madura-inmadura), que es vieja, que es muerte, que es polvo, que es ángel, que es dios y que es diablo (hay que leer este cuento largo o novela corta para entender y disfrutar la anterior letanía).
No diré más. Tan sólo que con Espelustrófico Paulina de la Vega ha logrado un libro capaz de absorber a quien lo lea y de alejarlo e incluso enajenarlo de esa realidad real de la que muchas veces conviene apartarse, para sumirse en ese mundo único y fascinante que es la buena literatura.
Hugo García Michel
Tlalpan, CDMX
Septiembre de 2022