¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?, de Zygmunt Bauman

¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?, de Zygmunt Bauman

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Recientemente vi un video de una youtuber que culpaba a las redes sociales porque el amor ahora es superficial y se basa en un llano intercambio de poder, belleza, estatus… e incluso menciona el caso de una famosa pareja en TikTok en la que como ella es más atractiva que él, los usuarios no reaccionan favorablemente a las fotos que comparten juntos. En fin… que recordé la lectura de un libro de Zygmunt Bauman llamado Amor líquido. En él Bauman aborda el fenómeno de lo perecedero de las relaciones en la sociedad contemporánea (bueno, no tan contemporánea, el libro se publicó hace 20 años, en 2003).

Si bien, las relaciones de cualquier tipo antes eran duraderas (pensemos que una persona podría estar trabajando para la misma empresa durante toda la vida, los matrimonios eran ‘hasta que la muerte nos separe’, etc.) ahora todo es líquido. Cambiamos de pareja, de trabajo, de muebles, de celulares, de ropa con mucha más frecuencia que las generaciones anteriores.

Seguramente tiene que ver con el hecho de que ahora vivimos más años y nuestro concepto de lo que significa la vida y lo que debemos hacer durante el tiempo que estemos en el mundo ha cambiado. Total. Que tenía a Bauman en la cabeza cuando, apilado entre otro montón de títulos, leí el suyo: ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? y justamente en este post abordaré el contenido de la obra.

Este libro, publicado originalmente en 2013, habla de la distribución desproporcionada de la riqueza. Da cifras como la siguiente: «la riqueza combinada de las mil personas más ricas del mundo es casi el doble que la riqueza de los 2,500 millones más pobres». A diez años de su publicación, las fuentes que el autor cita se sienten desactualizadas pero la idea general persiste.

En resumen, habla de la riqueza y refuta la falsa creencia de que una sociedad estratificada es sinónimo de progreso. Ideas como que las personas con la mayor cantidad de recursos generan empleos y por tanto está bien que paguen menos impuestos son una falacia, ya que el enriquecimiento no ocurre en la misma proporción en los diferentes estratos de la sociedad. Es decir, que los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. Como consecuencia, los ricos son ricos porque nacieron ricos y los pobres son pobres porque nacieron pobres. La movilidad social es la excepción y no la regla. Incluso en los periodos históricos cuando hay «crecimiento económico», este no beneficia a todos por igual, dado que la riqueza se mantiene en las esferas de quienes ya son ricos.

Algunas falacias acerca de la riqueza

  • Ver el crecimiento económico como la solución a los problemas sociales
  • Considerar que el crecimiento continuo del consumo satisface la necesidad humana de ser felices
  • La idea de que la desigualdad entre las personas es natural
  • La competencia y el egoísmo como formas de relacionarnos no son saludables, ya que tienen dos caras: el reconocimiento del que se lo merece y la exclusión de quien no se lo merece

El círculo mágico de los peces gordos: los paracaídas de oro

La décima parte más pobre casi siempre vive en lugares donde no hay seguridad social, ni seguro de desempleo; la décima parte más rica no es capaz de imaginarse a sí misma ni siquiera teniendo que intentar vivir con esas ayudas. La décima parte más pobre solo puede conseguir trabajo como empleado en la ciudad, o bien son campesinos de áreas rurales; la décima parte más rica no puede imaginarse no ganando un elevado salario mensual. Por encima de ellos (la franja más rica de esa décima parte), los más ricos no pueden imaginarse viviendo de un salario en vez de las rentas procedentes de los intereses que genera su riqueza. – Daniel Dorling, Injustice: Why social inequality persists, Policy Press, 2011, p. 132.

Básicamente, en el círculo mágico de los peces gordos, hay una póliza: el paracaídas de oro. Los CEOs de las grandes corporaciones, solo por ser los directores generales, ganan una cantidad de dinero desproporcionada respecto de quienes realizan otras labores. No necesariamente llegan a esta posición por méritos sino porque pertenecen a estos círculos, en los que aunque hagan una pésima gestión, se les dan bonificaciones en los acuerdos de despido, como el que recibió Michael Ovitz, expresidente de The Walt Disney Co., que ascendía a más de 140 millones de dólares. El libro da más ejemplos como este.

La crítica al consumismo

Es famosa la afirmación de George Ritzer de que los supermercados son nuestros templos; y las listas de compras, añadiría yo, son nuestros breviarios, mientras que nuestros paseos por los centros comerciales se han convertido en nuestras peregrinaciones.

Bauman hace una feroz crítica al consumismo pues considera que la sociedad clasifica a las personas de acuerdo con el nivel de consumo que son capaces de hacer. El éxito suele medirse según una persona logre ser mejor consumidora que otra, lo cual crea resentimiento de los menos exitosos y fomenta una competencia insana. Se trata de un juego: el de superar a los demás y que cada vez exista una brecha más amplia entre los jugadores.

Cuanto más alto es el nivel alcanzado, más escaso es el número de personas capaces de alcanzarlo.

Por ello, la desigualdad nos parece natural. Por ejemplo, hubo un momento histórico en el que la esclavitud era algo común; y los esclavos aceptaban esta condición de sus vidas pues era el statu quo. Solamente se percataban e incomodaban de esta desigualdad cuando observaban alguna «injusticia» aún más atroz.

Al momento en el que a quienes consideramos nuestros iguales les comienza a ir mejor que a nosotros, ocurre un fenómeno conocido como «privación relativa». Bauman pone el ejemplo de una fábrica donde los trabajadores pueden aceptar sus condiciones de trabajo sin chistar, pero en el momento en el que a los trabajadores de la fábrica vecina les dan un aumento, entonces consideran injusta su situación y deciden irse a huelga.

Y eso está sustentado en otra cuestión muy interesante que es nuestra manera de concebir la justicia. No se lucha por la justicia, sino en contra de la injusticia; para nosotros es difícil discriminar qué es lo justo sino hasta que detectamos algo que nos parece injusto. La justicia se define y se defiende solo cuando está ausente.

¿Entonces todo está perdido?

Pareciera que sí, que la sociedad es horrible y que somos individuos utilitarios y egoístas que solo compiten entre sí para poder ganar una carrera sin otra meta más que continuar consumiendo. Pero Bauman propone alternativas a esta visión del mundo: la convivencia, la solidaridad humana y la cooperación amistosa.

Por convivencia, se refiere a cosas tan sencillas como compartir la mesa con otros y disfrutar de su compañía. Menciona el movimiento Slow food, en el que no solamente se hace una comida lenta cuando por fin los comensales se sientan a la mesa a compartir los alimentos, sino que es una comida lenta desde su proceso de producción. Entre otras cuestiones, este movimiento: «se esfuerza por preservar la cocina tradicional y regional y promueve el cultivo de plantas, el uso de semillas y la cría del ganado propias del ecosistema local». (Tristemente, el discurso de la convivencialidad ha sido usado con otros fines comerciales, desvirtuándolo al alejarlo de sus objetivos primordiales…)

En cuando a la solidaridad humana y la cooperación amistosa, son otras formas de relacionarnos impulsadas por la ayuda mutua en lugar de la competencia.

Reflexiones finales…

Este libro es corto, rápido de leer, pero profundo. Se publicó por primera vez en 2013 en inglés; y fue impreso por primera vez en México por editorial Paidós, en junio de 2023.

Muchas de las ideas que expone el autor son retomadas de pensadores como Daniel Dorling, Joseph Stiglitz, Barrington Moore Jr., Elías Canetti, Robert Skidelsky y Edward Skidelsky, entre otros. Por ello, la lectura de la obra completa ofrecerá un panorama más detallado de las interesantes teorías que la sustentan.

Acerca de Bauman cabe señalar que falleció en 2017 pero fue reconocido en vida: en 2010 ganó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Fue catedrático emérito de Sociología en las universidades de Varsovia y de Leeds. Su teoría de la «modernidad líquida» es considerada como filosofía posmoderna.

En esta obra, plantea un escenario oscuro, tal vez un espejo en el que resulte incómodo voltear a verse, pero al mismo tiempo brinda alternativas a las conductas que pone en tela de juicio, por lo que a pesar de todo, se trata de un libro constructivo y vigente.

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