¿Qué pasa cuando la explotación laboral se encuentra con la propaganda? Empresas como el Palomar, de Televisa.
El pasado domingo 28 de abril, el equipo de Aristegui Noticias publicó una serie de reportajes titulados #TelevisaLeaks, basados en una filtración de más de cinco terabytes de información interna de esta compañía. En ellos se expone la existencia de un grupo clandestino dentro de la televisora llamado Palomar, responsable de diseñar y difundir campañas de desinformación, manipulación de imágenes, videos de guerra sucia y estrategias de propaganda política en redes sociales. Esta información fue entregada por Germán Gómez García, un joven cineasta que trabajó para esa división y que, tras ser despedido y acusado presuntamente de robo, decidió hacer pública la verdad.
Profesionistas al servicio de la mentira
Ser un joven profesionista en México es estar en constante vulnerabilidad. Muchas empresas se ahorran los contratos para no generar antigüedad ni pagar impuestos, pero esperan de ti el comportamiento de un empleado. Te llaman “freelancer” aunque tengas un horario fijo, jefe directo, entregables y subordinación. Y con suerte solo es eso. Porque también puedes terminar —sin saberlo al principio— en empresas con prácticas profundamente antiéticas, como agencias diseñadas para fabricar fake news o destruir reputaciones.
Si un recién egresado acude a una entrevista de trabajo en una empresa aparentemente formal y termina, sin saberlo, operando para un grupo delictivo, ¿diríamos que es su culpa? Y si entra a una agencia de marketing o a una televisora, y le encomiendan difundir mentiras como parte de su trabajo diario, ¿de verdad podemos decir que es exclusivamente su responsabilidad, especialmente considerando lo difícil que es hoy acceder a una oportunidad laboral?
Hay líneas muy delgadas entre lo que es contenido y lo que es propaganda; entre la publicidad engañosa y la mentira cínica; entre ser un empleado de facto y que te llamen freelancer solo para evitar darte prestaciones. Lo que hizo Germán fue un acto de valentía. En un país donde las malas prácticas laborales —como disfrazar relaciones de subordinación para evadir responsabilidades— se han normalizado, y donde la desinformación opera disfrazada de estrategia, Germán decidió hablar. No solo habló: entregó a Carmen Aristegui más de cinco terabytes de información sobre campañas negras operadas desde el grupo Palomar de Televisa, con el objetivo de desprestigiar a figuras públicas y manipular la opinión desde la mentira. Sabemos que esto le traerá consecuencias. Porque decir la verdad —sobre todo cuando implica exponer a un gigante como Televisa— puede costarte todo.
Muchos no nos atrevemos a hacer lo que él hizo. Pero si no nos atrevemos, lo mínimo que podemos hacer es apoyarlo. Y empezar por rechazar la narrativa que busca deslegitimarlo aludiendo a una supuesta enfermedad mental. En otra ocasión ya les había contado que trabajé en proyectos políticos relacionados con lo que se conoce como campañas B, campañas de contraste o campañas negras. Ahora les explico en qué consisten… y por qué decidí no volver a participar en ellas.
Campañas B y jóvenes quebrados: la otra cara del freelance
¿Qué son las campañas B? Son estrategias de manipulación informativa que operan principalmente desde páginas en redes sociales como Facebook. Se segmenta a una audiencia específica (por ejemplo, población católica conservadora de clase alta) y se le entregan noticias o contenidos que refuerzan su visión del mundo.
Hasta aquí, nada nuevo. Pero lo grave es que estas campañas también se usan para difundir mentiras. Si un político o empresario quiere destruir a un oponente o moldear una narrativa, paga —en efectivo y sin rastro— a estas agencias para pautar contenido falso. ¿Y de dónde sale ese dinero? En muchas ocasiones, del erario. Es decir: lo pagamos tú y yo.
Lo que Germán denuncia no es exclusivo de Televisa. Lo hacen muchas otras empresas y agencias. Pero lo grave de este caso no es solo la filtración en sí, sino lo que revela: el hartazgo de una generación que aún cree que las cosas pueden ser distintas. Germán encarna el malestar de quienes seguimos creyendo en la verdad, en los contenidos con valor, en los medios honestos. El suyo es un gesto de dignidad.
Salud mental en el trabajo
Germán fue diagnosticado con trastorno límite de la personalidad. Pero usarlo para desacreditar su denuncia es una forma de discriminación. Y más aún: es una manera de negar que muchas de las enfermedades mentales que padecemos hoy son provocadas, justamente, por las condiciones laborales.
Es bien sabido que Televisa no se dirige a audiencias particularmente críticas. Su línea editorial ha priorizado el entretenimiento sobre la información desde hace décadas. Pero lo que revelan los reportajes sobre el grupo Palomar —una división que opera al interior de la empresa, dedicada exclusivamente a campañas de desinformación— pone de manifiesto una práctica sistemática, profesionalizada y normalizada de manipular a la opinión pública. Esto rebasa cualquier visión simplista del medio como una mera televisora de entretenimiento.
En lo personal, he vivido situaciones en las que el ambiente laboral se vuelve tan hostil que la salud mental comienza a deteriorarse. Reaccionar ante eso no es un signo de debilidad ni de irracionalidad: es una respuesta humana frente a condiciones que nos sobrepasan. Hablar de ello con apertura y sin estigmas es un paso fundamental para construir entornos laborales más sanos y dignos.
Lo que hizo Germán no fue una locura: fue un acto de conciencia. Más allá de los escándalos puntuales de los #TelevisaLeaks o de las figuras públicas implicadas —que quizá también participan de lógicas similares desde otros frentes—, lo verdaderamente relevante es la posibilidad de mirar de frente el cinismo institucionalizado que hemos aprendido a normalizar. Exhibir una red de desinformación desde dentro, en un contexto donde los principios parecen haber cedido ante la conveniencia, no es solo un gesto valiente: es una acción profundamente necesaria.
Coincido al 100%