El gran fracaso en taquilla del live-action de Disney de la película Blancanieves, reabrió el debate de cómo esta compañía se está volviendo woke. Es decir, que quiere readaptar sus historias para hacerlas políticamente correctas considerando las corrientes ideológicas actuales y así «complacer» a todes, todxs, tod@s, todas y todos +, las audiencias.
La joven Rachel Zegler, de origen latino y tez morena clara, fue elegida para protagonizar a Blancanieves, un personaje que, de acuerdo con la historia original (y con su mismo nombre), era blanca como la nieve. Durante la promoción de la película, la actriz de veintitrés años hizo varios comentarios que le ganaron la mala voluntad del público, al mostrar su desdén por las historias de amor —contraponiéndolas al liderazgo femenino—, su desprecio por la cinta original y el personaje que representaba, a pesar de que fue uno de los grandes éxitos que hicieron de Disney un coloso del entretenimiento, y su visión del feminismo como una postura en la que las mujeres no necesitan ni desean a los hombres. Además, hizo públicas sus opiniones políticas respecto al conflicto entre Israel y Palestina, pronunciándose a favor de los segundos, lo que generó controversia, sobre todo considerando que su coprotagonista es israelí y había manifestado su apoyo a su país. A esto se sumó su rechazo abierto al presidente Donald Trump y sus votantes.
¿Pero quién en sus veintes no es apasionado, idealista y a veces… estúpido? Este enorme fracaso no puede ser solamente responsabilidad de una joven actriz que si bien, podría ocupar entrenamiento mediático, es sencillamente una centennial de su tiempo con un celular, una cuenta verificada y las agallas de emitir sin filtro sus opiniones (a veces imprudentes), pues «se trata de Hollywood, baby«.
Algunas de las ideas controversiales que defendía le fueron reforzadas mediante la historia que interpretó, por lo que Disney nos contó en esta ocasión de Blancanieves. El odio, injustamente, ha recaído en ella y se especula que incluso tendrá que pagar una fuerte suma de dinero para reparar los daños que sus afirmaciones causaron a la película.
El problema no es (solamente) la actriz…
Independientemente de las múltiples metidas de pata de Zegler, otras de las cosas que se le critican a la película son:
- No contratar a personas con enanismo para interpretar a… cha cha chaaaaan… enanos. Prefirieron hacerlos por computadora. Esto quitó oportunidades laborales a personas con estas características.
- Cambiar la historia:
- Para justificar la tez de la actriz, se inventó una historia alternativa: que Blancanieves recibe ese nombre porque estaba nevando el día que nació. He visto muchas obras de teatro en las que se cambia el color de piel de un personaje respecto a cómo aparece en los libros, y eso no implica reescribir la trama. Incluso Disney, en el live-action de La Sirenita (2023), cambió la raza de la protagonista sin alterar la historia original.
- En la película original de 1937, como agradecimiento a que los enanos la recibieran en su casa, Blancanieves se encarga de las tareas del hogar. En la nueva cinta Blancanieves canta mientras lo enanos recogen la casa.
- Otra cosa que cambiaron es que la nueva Blancanieves tiene el objetivo de recuperar su reino, lo que desde mi opinión puede ser un cambio positivo pero que no se desarrolló adecuadamente.
- El príncipe encantador es una especie de Robin Hood, como queriendo forzar una agenda de justicia social y metiendo con calzador una subtrama que, en vez de aportar a la historia central, más bien distrae, porque parece que intentaron contar dos historias en una…
- Restar relevancia a la historia de amor en pro de un discurso de empoderamiento femenino, lo cual no necesariamente debería estar peleado, es decir, que si una mujer es fuerte y es líder en automático, ¿ya no merece o desea el amor incondicional de otra persona?
No soy monedita de oro, pero…
Como dirían nuestras abuelas, nadie es monedita de oro para caerle bien a todos. Pero al parecer Disney, en sus esfuerzos por ser políticamente correcto y ¿transgresor? ¿actual? está perdiendo de vista lo esencial, lo que los hizo una empresa reconocida mundialmente por sus animaciones, por dar vida a los cuentos de hadas más emblemáticos del cine.
Al final del día, el problema no es que Disney quiera modernizar sus historias. A fin de cuentas, la película de 1937 estaba inspirada en un cuento de los hermanos Grimm, pero no era idéntica. Y esta historia a su vez pudo haberse basado en algún personaje histórico. Es válido y hasta necesario reinterpretar los cuentos clásicos bajo nuevas perspectivas. Las audiencias cambian, los tiempos también, y lo que en 1937 era visto como aspiracional (encontrar a un príncipe y casarte como meta última de la vida, pues hasta ahí llega el «felices por siempre») hoy puede parecer anticuado. Pero hay formas de hacerlo.
La culpa no es enteramente de Zegler. Los guionistas y los cientos de personas involucradas en la producción de esta película pudieron pensar y hacer mejor muchas de las escenas que nos mostraron. Algunas obviedades que al parecer no son tan obvias:
- No tiene nada de malo que una mujer blanca interprete a una mujer blanca y que un enano represente a un enano.
- No tiene nada de malo que una persona sea acomedida en la búsqueda de un bien común, independientemente de su género. Por ejemplo, con las tareas del hogar.
- No tiene nada de malo que una persona con enanismo actúe, lo malo es que se les estereotipe en roles ridículos. En este punto en particular desaprovecharon la oportunidad de innovar con un personaje digno y no infantilizado, como lo fue Peter Dinklage en Game of Thrones.
- No tiene nada de malo que, adaptado a las narrativas actuales, se pinte a Blancanieves como una heroína que hace un viaje para recuperar su trono. Lo malo es que se refuerce el estereotipo de que una mujer fuerte está incapacitada para amar.
- No tiene nada de malo hablar de la maldad. Pero el mito de la bruja se mantiene casi intacto. Me habría parecido más transgresor reinterpretar el estereotipo de las brujas, la vejez y la fealdad.
- No hay nada de malo en que una persona —sin importar su género— quiera rescatar a otra (como si Blancanieves salvara al príncipe capturado por la bruja). Lo incongruente es que quieran mostrar a Blancanieves como una mujer valiente y autosuficiente, pero al mismo tiempo tan tonta como para aceptar y comer una manzana envenenada que le ofrece una completa desconocida.
En conclusión…
Disney parece haber olvidado que sus historias no necesitan forzarse para ser inclusivas: basta con crear personajes auténticos y complejos que representen la diversidad real del mundo. Pero esa autenticidad se logra con una visión clara, una narrativa coherente y, sobre todo, con respeto por la inteligencia emocional del público.
Lo que hemos visto en las últimas adaptaciones no es inclusión, es marketing con disfraz de inclusión. Y ese tipo de estrategias no conectan ni conmueven, solo generan ruido y polarización. Rachel Zegler no es culpable de todo, pero sí es un reflejo de esa desconexión entre lo que la marca pretende transmitir y lo que termina mostrando. En lugar de contar una nueva versión del cuento, parece que nos contaron otra cosa completamente distinta (una rebelión, una mezcla de Robin Hood chafa con otra cosa), y eso desorienta a quien esperaba reencontrarse con un clásico.
Tal vez ha llegado el momento de que Disney deje de querer caerle bien a todos. Que en vez de buscar validación en cada trending topic, se pregunte quién es, qué valores quiere defender y qué historias quiere contar a las nuevas generaciones. Porque si el cine nos ha enseñado algo es que las historias de amor trascienden las épocas y, aunque los clásicos pueden modernizarse, esto nunca puede ocurrir a costa de la esencia de las historias y los personajes.